Lazarillos de Dios

27 Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: !!Ten misericordia de nosotros, Hijo de David! 28 Y llegado a la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: Sí, Señor. 29 Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho. 30 Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y Jesús les encargó rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie lo sepa. 31 Pero salidos ellos, divulgaron la fama de él por toda aquella tierra. Mateo 9, 27-31

Dice la palabra del Señor que Jesús pasaba por una comunidad y dos ciegos al saber que era Él, se lanzaron a suplicarle clemencia y misericordia. No dice que Jesús los haya atendido inmediatamente, por el contrario, se puede entender que lo hace recién cuando llega a una casa. Es hasta ese momento que los ciegos se acercaron a él.

Me gustaría que hiciéramos un ejercicio mental e imaginemos el proceso antes de este encuentro entre Jesús y los ciegos. ¿Cómo pudieron saber los ciegos quién era Jesús? Lo llaman Hijo de David, es decir, sabían que no era cualquier profeta, que era el Mesías. Y es ahí donde entran a tallar los demás, los que tienen la información, la buena nueva. Alguien tuvo que acercase a ellos, algún conocido, algún amigo o quizá un familiar, que ya había escuchado o incluso visto lo que Jesús era capaz de hacer. Imaginen las esperanzas que habrán tenido, el sueño que les habrá invadido sobre que el Señor pase algún día por su pueblo, entendiendo que para las personas invidentes no es tan fácil movilizarse, y menos en tiempos donde los caminos eran agrestes y tropezarse sería cosa de cada metro.

Y de repente alguien les avisa “El Maestro, el Mesías del que te hablamos está en camino”. Los ciegos inmediatamente, esperanzados por la sanidad, piden que los lleven donde puedan estar cerca de Él para ser sanados. Con dificultad pero con mucha prisa, sin importar cuanto tropiecen, sin importar cuanto caigan, se dirigen al encuentro del Señor porque lo que más desean es VER. Están cerca del camino y Jesús pasa por ahí, la multitud lo sigue, y los ciegos no son los únicos que se han enterado de su llegada, muchos quieren un milagro, una palabra de vida del Señor, y ellos claman, ¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David!, pero en medio del tumulto y de los gritos de los demás que también claman parece que no los ha escuchado. Pero el Señor, sabe que están ahí, sabe lo que quieren, sabe lo que debe hacer, y sabe también que hay gente que los sostiene. Ellos no se dan por vencidos, todo el tiempo que gritaron y que lucharon por llegar estuvieron del brazo de quienes los ayudaban, y les dicen, el Señor no nos ha escuchado, quizás uno de ellos diga, hemos perdido nuestra oportunidad, o quizás diga, aun no, hay que seguirlo, pero solos no podemos. Los que los acompañan les dan ánimos, los levantan y comienzan a llevarlos en busca del Señor.

En el camino, conversan sobre las veces que el Señor ha obrado milagros sobre otros, es el mejor momento de conversar sobre el tema, entonces la fe de ellos comienza a crecer, sobre lo que escuchan, sobre lo que dice la gente que lo sigue, sobre el ánimo que les dan los seguidores de Jesús, comienzan a creer con más fuerza sobre lo que el Señor es capaz de hacer, pero eso sucede en el camino, con lo que otros les dicen, y sobretodo, los que los llevan del brazo y cuidan sus caídas. Llegan donde el Señor y sucede lo inevitable, el Señor sabe que el error de todos los que hablan de Él pero realmente no lo entienden, es que sólo lo ven a Él hacer el milagro, pero no ven la fe del que lo recibe. El enseñó de muchas maneras que el poder está en la Fe de la gente, que Él puede hacer mucho si la gente realmente lo cree. ¿Creéis que puedo hacer esto?, es una manera de decir ¿La confianza en mi obra está en tu corazón o piensas que puedo obrar tengas o no tengas fe? Ellos ya habían pasado por un camino, a tientas, ciegos, pero del brazo de quienes si creían, escuchando a quienes sí creían y alimentando su esperanza de que Él pudiera hacerlo. Entonces respondieron Sí Señor, en ese momento el Señor les toca los ojos, claro que podría hacer mucho sin tocarlos, pero sabe que el encuentro directo es un alivio para el corazón. Imaginen ese segundo de sentir los dedos del Señor sobre los ojos, el corazón se te acelera, es momento de ver, y el Señor dice “Conforme a tu fe sea hecho” ¿No te volverías loco de sentir como se abren tus ojos y comienzas a ver la luz? Y de repente lo primero que vez, es su rostro. Y te dice, es importante que no le cuentes a nadie esto, ¿Por qué? Porque la gente seguiría en el mismo error que hasta ahora mantenemos muchos, cuando creemos que Dios es un “mago” olvidamos que su más grande regalo de libertad fue nuestra FE.

Lo peor de ser ciego no es la ausencia de vista, es la incertidumbre de no saber hacia donde uno va. ¿Alguna vez has jugado de pequeño o de grande a cerrar los ojos a ver que se siente o hasta donde llegas o cuantas cosas puedes hacer con los ojos cerrados? Habitualmente en un instante la incertidumbre es tan grande, que decides abrirlos, a veces, aunque estés ayudado por alguien.

Mucha gente no ve, es ciega en su fe, sólo viven el día a día y sin Dios en su corazón, hasta que un día aparece Cristo en sus vidas y creemos que con eso basta, pero el Señor en su amor sabe que la fe debe desarrollarse, yendo del brazo de alguien que sí “vea”, de alguien que guíe, y escuchando el testimonio y las palabras de quienes dicen “Si Dios conmigo, ¿quién contra mi?, yo todo lo puedo en Cristo que me fortalece porque el Señor es mi pastor y nada me hace falta…” Llegará un momento en que esos ciegos podrán acercarse al Señor y el los tocará y les dirá, “Conforme a tu fe sea hecho”, y los que lo llevamos hasta ahí, nos regocijaremos de las maravillas que el Señor sigue haciendo entre nosotros.

La levadura de los fariseos

14 Habían olvidado de traer pan, y no tenían sino un pan consigo en la barca. 15 Y él les mandó, diciendo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos, y de la levadura de Herodes. 16 Y discutían entre sí, diciendo: Es porque no trajimos pan. 17 Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Qué discutís, porque no tenéis pan? ¿No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón? 18 ¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿Y no recordáis? 19 Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas cestas llenas de los pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Doce. 20 Y cuando los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas canastas llenas de los pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Siete. 21 Y les dijo: ¿Cómo aún no entendéis?

Un ciego sanado en Betsaida

22 Vino luego a Betsaida; y le trajeron un ciego, y le rogaron que le tocase. 23 Entonces, tomando la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea; y escupiendo en sus ojos, le puso las manos encima, y le preguntó si veía algo. 24 El, mirando, dijo: Veo los hombres como árboles, pero los veo que andan. 25 Luego le puso otra vez las manos sobre los ojos, y le hizo que mirase; y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos. 26 Y lo envió a su casa, diciendo: No entres en la aldea, ni lo digas a nadie en la aldea. Marcos 8, 14 – 26

La ceguera espiritual es un mal que incluso aqueja a quienes ya andamos en el camino del Señor. Aquí sucede algo peculiar que es una lección para los discípulos de Jesús y para nosotros.

Luego de un comentario desafortunado de algunos de los discípulos sobre el tema la levadura y el pan, Jesús los reprende porque aún parecen ciegos ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? Y les dice, Ustedes pertenecen a un Dios de abundancia, son hijos de un Padre de abundancia, ¿aún no lo ven? Y luego acontece el milagro de otro ciego que revela algo que nos suele suceder. En la lectura anterior vimos a Jesús diciéndole a los ciegos “Conforme a tu fe sea hecho”, pero a este, cuando llega a la aldea, lo coge de la mano y lo saca de la aldea. Es muy difícil tener una fe adecuada cuando nos rodeamos de demasiada gente que ve en Dios sólo un dispensador de milagros, y probablemente más complicado aún, cuando nos rodeamos de gente que no comprende el mensaje de Jesús. Nuestro Señor en cada milagro pone en relieve el poder de nuestra FE porque el poder de Dios jamás estará en discusión.

Aleja al ciego de la aldea y hace algo que escapa de todo método que podríamos considerar, escupe en sus ojos. Imaginen al ciego, esperando una caricia, un toque suave y lo que siente es el sonido del escupitajo sobre sus ojos y la humedad correspondiente. En ese momento su mente y su corazón deben haber entrado en una confusión. No era lo que esperaba, su fe se debilita por un momento, y la sanidad no viene completa y Jesús le pregunta ¿Ves algo? Y por supuesto que veía, pero no bien. ¿Será que el poder de Dios es ineficaz? O es que la fe del ciego frente a los métodos fue afectada.

Cuantas veces Dios obra de maneras insospechadas sobre nuestra vida para traernos bendición y de repente nuestra fe es quebrantada, y no alcanzamos la bendición completa, porque no era lo que esperábamos. ¿Qué hubiese pasado si el ciego hubiese dicho en su corazón, este no es el Jesús del que había escuchado? Él se dio cuenta que no veía bien ¡Pero ya veía! Entonces su fe regresa y Jesús sólo tiene que poner sus manos sobre él. El Señor le daba una lección a sus discípulos: la medida de su fe será la medida de la obra de Dios en sus vidas, porque la fe que Dios les ha regalado es para que la usen completa, no a medias, y no importan los métodos, no importan las maneras, Dios es tu Padre y él sabe como hace las cosas.

¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. 36 Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega. Juan 4, 35-38

La ceguera entendida como no ver, también la podemos tomas como no ver lo que deberíamos ver, Dios nos dice “Alzad los ojos y mirad los campos”, deja de mirar a donde estas mirando, deja de mirar las razones por las que no saldrá lo que anhelas y comienza a ver que tu Padre no te desampara. No te confundas, tus pensamientos no son los pensamientos de Dios porque Él siempre tiene pensamientos de bien para sus hijos. Él te dice “Yo obraré en tu vida en la medida de tu fe”, comienza a ver como Dios ve, no creas que porque algunas cosas no salen como pensabas o como creías, Dios no te quiere bendecir, no permitas que tus bendiciones se queden a medias y sobretodo no dejes de ser un lazarillo para quienes necesitan de la presencia y obra del Señor en sus vidas, porque el Señor dijo “os he puesto para que den fruto y vuestro fruto permanezca, para que todo lo que pidas al Padre en mi nombre os sea hecho”.

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